Durante décadas, el plástico ha sido parte esencial de nuestra vida diaria: empaques, bolsas, envases, utensilios y hasta la ropa que usamos. Sin embargo, el gran problema es que el 79% de los plásticos producidos en el mundo termina en vertederos, mares o ecosistemas naturales.
El plástico convencional puede tardar entre 100 y 500 años en degradarse, fragmentándose en microplásticos que afectan la salud humana y la biodiversidad. Estas pequeñas partículas han sido encontradas en el agua, el aire, los alimentos y hasta en la sangre humana.
El dato preocupante: cada año, más de 8 millones de toneladas de plástico llegan a los océanos, poniendo en riesgo la vida de peces, tortugas y aves marinas.
Por eso, las alternativas sostenibles como los bioplásticos compostables e hidrosolubles son fundamentales. A diferencia del plástico convencional, estos materiales no generan microplásticos y regresan a la naturaleza de manera segura, reduciendo el impacto ambiental.
El futuro de los empaques no está en dejar de usarlos, sino en transformar los materiales para que trabajen a favor del planeta.
